Un año de Zazpi en nuestra ciudad

Hace sólo un año, San Martín de los Andes recibía a Lucas, uno de sus tantos hijos pródigos, que después de conquistar San Sebastián con su arte de raíces originarias, trajo a Zazpi a nuestra ciudad. Junto a Pilar, eligieron un lugar en el corazón de San Martín, que más allá de los metros cuadrados que ocupa, está atravesado por múltiples dimensiones, en donde cada vitrina rescata un diseño único y original.

En el mismo lugar en que exhiben sus creaciones, muestran su taller como los joyeros tradicionales en su trabajo diario, devolviéndoles la esencia a las piezas que reparan.

En este año que cumplieron en el local de la calle Belgrano a metros de San Martín, dieron a luz a las colecciones más innovadoras rescatando elementos de la vida cotidiana para transformarlos en objetos únicos, con identidad, que marcan tendencia.

«Nosotros sabíamos que teníamos algo nuevo para darle a San Martín, algo que no había y que queríamos aportar». En este año, al principio con miedo y extrañamiento, y ahora con comodidad y confianza, sus clientes no sólo van a buscar un objeto para usar. Llegan esperando una mirada que reconozca un estilo, que aporte a una imagen integral, un accesorio que se vincule de manera armónica con la indumentaria y que rescate la personalidad de quien lo va a llevar.

«Hay un diseño que apoya a cada pieza, por eso es que vienen las personas que buscan un estilo, viene gente que quiere algo original» explica Pilar. Este estilo que se renueva constantemente, que surge y fluye como un viejo arte, no se explica fuera de este lugar.

 

«San Martín todo el tiempo está mutando. Quizás en la vida cotidiana no nos damos cuenta, pero estamos expuestos a una variedad exuberante de colores que se transforman delicadamente de estación en estación. Una variedad de texturas, de minerales rústicos, de maderas añejas, de metales ancestrales. Esto estimula una creación original».

 

Después de cumplir un año, quien visitó Zazpi alguna vez puede reconocer que es un espacio que va a perdurar; que dentro de la vorágine que propone la oferta constante de productos, quienes trabajan sobre la esencia de cada pieza, pueden ofrecer algo más que un objeto para mostrar.

«…desde entonces, el matrimonio de dioses no volvió a compartir el cielo. Por eso Antú alumbra durante el día, en tanto que Puyén sólo se deja ver en la noche, cuando sus lágrimas caen, convirtiéndose en plata al tocar la tierra.»

Leyenda Mapuche

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