Casas Contadas – Capítulo 14: Rodolfo Alder y el recuerdo de la Despensa Suiza

Este viaje, que comenzó hace más de 3 meses y tiene ya un color de infinito, hoy nos hace detenernos en una de las esquinas más bonitas del pueblo: Avenida General Roca y Mariano Moreno. Allí funcionó por décadas la Despensa Suiza, propiedad de Josefina Schnarwiler. En este capítulo conversamos con su nieto, Rodolfo “Rudy” Alder, para recordar aquellos bellos tiempos. 

“Mi abuela, Josefina Koller, llegó a San Martín con tres hijos, desde Córdoba. Acá conoció a mi abuelo, José Schnarwiler, con quien se casó y tuvo 3 hijos más. Mi mamá, Berna, nació en 1920. Hasta ese momento, mi abuelo José tenía un corralón, con carros con mulas para transportar materiales a Zapala, en la esquina opuesta, donde ahora está la hostería”, empieza a contar Rudy, una mañana soleada en la que charlamos en el living de su casa. A nuestro alrededor, muchas plantas y fotografías acompañan el relato.

Rodolfo «Rudy» Alder

Josefina ya poseía el terreno en donde años después se ubicaría la despensa. “En esa época todas las propiedades eran enormes, de 50 x 50, porque el gobierno las otorgaba con la condición de que se trabajaran, que hubiera huertas, para sustentar a las familias e ir construyendo el pueblo. Después de casarse, mis abuelos se mudan a esa casa, que tenía muchas habitaciones, y él se dedica a la contabilidad. Trabajaba con la Comisión de Fomento, en ese entonces”.

Al principio usaban el espacio como pensión, alquilando las habitaciones. Luego, alrededor de 1935, se armó la despensa. “Tenía la puerta en la esquina, las paredes de madera de cantonera y los pisos también de madera. Arriba había dos dormitorios que usaba la familia, a los que se accedía por una puerta independiente. La despensa, por dentro, estaba dividida en dos, con la entrada de la esquina y otra por la calle Roca, que daba al depósito y se comunicaba desde ahí con la casa”, recuerda Rudy, haciendo memoria entre tanto pasado. 

En Despensa Suiza el vino llegaba en barriles, que entraban al depósito y se ponían sobre caballetes. “Se agujereaban para poner la pipa y se vendía el vino en botellas o damajuanas, por litro. Los vecinos, en esa época, venían a comprar y se les anotaba el gasto en una libreta. Después, a fin de mes o cuando cobraran, pagaban. Eran muy pocos habitantes, había otra confianza. Esa balanza con pesas de bronce que ves allá es de la despensa”, me dice, señalando un rincón del living en donde descansan dos cajones de madera: la balanza por un lado y las pesas por otro.

Rodolfo vivía con sus padres y hermanos en la casa de al lado, sobre General Roca, cuyo jardín se comunicaba con la huerta de su abuela. “Teníamos todos los árboles frutales que te puedas imaginar. Había nueces, castañas, peras, manzanas, ciruelas, cerezas, tilo, laurel. También cultivaban papa, para tener para comer. En esa época los caminos eran muy malos y no se traía comida de otros lugares. Se sembraba trigo en la Vega, donde había molinos”. Rudy charla, recuerda, va dejando caer imágenes y en todo momento mantiene una mirada alegre, de ojos brillantes.

“¿Sabés cómo cosechaba las manzanas mi abuela?”, me pregunta, y yo espero ansiosa la anécdota. “Tenía un aparatito que era como dos cucharas metálicas opuestas, con un resorte, adosado a una caña. Con eso agarraba cada una con cuidado y al cerrarse se cortaba el cabito. Había que sacarlas despacio para que no se golpeen. Después se guardaban en el entretecho, con paja para que queden separadas y se conserven durante el invierno.”

Además de la huerta, los frutales y el gallinero, el jardín albergaba los galpones de la leña: “Ese era un tema muy importante. Si no tenías leña te morías de frío en el invierno. En esa época pasaban los paisanos vendiendo en catangos con bueyes. A los chicos nos tocaba ocuparnos de serruchar a mano la leña. Una parte se picaba y la otra se guardaba así.”

Josefina y José Schnarwiler tuvieron la Despensa Suiza hasta 1955. “Después se alquiló el lugar a Furlasque, que trabajaba en una estancia y quería venir al pueblo. Se mantuvo la despensa y hubo varios inquilinos más. Los últimos fueron la gente de El Entrerriano. Después también hubo un local de regalería llamado Corotos y Peroles, y una inmobiliaria.”

Rodolfo Alder compró la propiedad a su tía Pepa, cuando ella tenía intenciones de venderla, para que quedara en la familia. “La tía Pepa era como nuestra segunda mamá. Nos cuidaba y nos llevaba a pasear mientras mamá trabajaba. Con ella íbamos a la usina y el paseo era subir por un lado y bajar por el otro.”

Cada Casa Contada es una ventana que se abre y dispara destellos de luz hacia diferentes lugares, alumbrando recuerdos de una historia que involucra a toda una comunidad. Seguramente serán muchos los que recuerden haber comprado en esta despensa y sus comentarios formen parte de este relato. En la diversidad de voces se encuentra siempre la reconstrucción de un tiempo que no es de nadie, sino de todos. 

2 Comments on Casas Contadas – Capítulo 14: Rodolfo Alder y el recuerdo de la Despensa Suiza

  1. Lindos recuerdos de San Martin de los Anders que ya no volveré a verlo

  2. que linda historia, sobre todo, la cantidad de frutales que tenían , como los cosechaban, que ejemplo !

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