Adolescencias y autonomía, un camino a transitar. Por Ethel Hayes

Por Ethel Hayes (*)

Me propongo poner a jugar algunas ideas que nos ayuden a pensar los caminos a recorrer para promover la autonomía en las y los adolescentes.

Para lo cual, en primer lugar voy a partir de la definición de adolescencia que desarrolla José David Nasio. “La adolescencia es un pasaje obligado, el pasaje delicado, atormentado pero también creativo, que se extiende desde el fin de la infancia hasta las puertas de la madurez. Poco a poco deja de ser niño y se encamina difícilmente hacia el adulto que será”.

En este pasaje entran en juego 3 perspectivas (biológica – sociológica – psicológica). Dentro del terreno de lo biológico, se pueden precisar con mayor claridad en cuanto a las etapas en las que se encuentra. No sucede lo mismo en el plano de lo social y lo psicológico, ya que es difícil situar en qué momento del proceso de maduración se encuentra ese adolescente.

Podemos afirmar que en esta etapa abundan los contrastes y las contradicciones; los cambios de humor y de actitudes se modifican bruscamente. Aparecen de manera exacerbada emociones de amor y odio, que en la mayoría de las veces, no saben cómo tramitar.

Todos hemos sido y padecido ser adolescentes, pero a medida que crecemos, nos vamos olvidando de lo que implica este período. Muchas veces miramos a los adolescentes con cierta amnesia, por eso el fastidio, el enojo y otros sentires nublan nuestros encuentros, nuestras prácticas. Nos olvidamos que las y los adolescentes no siempre saben o pueden hablar de lo que sienten, porque no pueden identificar eso que los abruma.

Dice Nasio “si el adolescente no habla, no es porque no quiere comunicar, sino porque no sabe identificar lo que siente y mucho menos verbalizarlo. Es así como se ve lanzado a actuar más que a hablar y que su mal-estar se traduce más por medio de sus actos que de las palabras. Su sufrimiento, confusamente sentido, informulable y, en una palabra, inconsciente, está más expresado mediante comportamientos impulsivos que conscientemente vivido y puesto en palabras.” Por este motivo, la transgresión ocupa un lugar importante en la vida de las y los adolescentes.

Oscilan entre la angustia, la tristeza y la rebeldía. En estos estados prevalece la impotencia de actuar, de pensar, de sentir. Son características, el miedo, la apatía, la tristeza, las quejas, el resentimiento, el aislamiento, la desconfianza, la vergüenza.

Muchos autores hablan del duelo o muerte en la adolescencia. Arminda Aberastury es una de ellas.

Esta autora se refiere a los duelos de la adolescencia normal. El duelo por el cuerpo de niño, por la identidad infantil y por la relación con los padres de la infancia. Aquí prevalece el temor a la pérdida de lo conocido. En estos cambios, lo que pierde es su identidad de niño. Esto lo lleva a la búsqueda de una nueva identidad, que aún no está configurada. “Sólo cuando el adolescente es capaz de aceptar simultáneamente sus aspectos de niño y de adulto, puede empezar a aceptar en forma fluctuante los cambios de su cuerpo y comienza a surgir su nueva identidad”. Se irá construyendo tanto a nivel consciente como inconsciente. Va a oscilar y moverse entre ese niño que fue y ese adulto que vendrá. En estos movimientos habrá pérdidas y recuperaciones. Serán momentos de tensión entre una dependencia y una independencia extremas, que “sólo la madurez le permitirá más tarde aceptar ser independiente dentro de un marco de necesaria dependencia.”  

Para abordar el tema de la Autonomía, creo necesario, aclarar este concepto; puesto que se generan, muchas veces, malentendidos frente a dicho término.

En el Diccionario de la Real Academia Española, encontramos la siguiente definición: “la autonomía es la facultad de la persona o la entidad que puede obrar según su criterio, con independencia de la opinión o el deseo de otros”.

La autonomía es un proceso que se construye, que parte de la dependencia inicial y necesaria en nuestra constitución como sujetos. Podemos decir que en nuestros inicios, hubo allí un Otro que cumplió una función de sostén, nos albergó, nos proporcionó cobijo, ternura, nos libidinizó y nos mostró el mundo. Nos fue llevando de la mano, unos pasos adelante, en esa construcción; y cuando nos soltó la mano, no nos abandonó, sino que ocupó diferentes lugares. Caminando a nuestro lado, para luego ubicarse detrás de nosotros; acompañando, estando disponible por si fuera necesario intervenir.

Dice Donald Winnicott: “en el proceso de crecimiento se encuentra la idea de la independencia individual, siendo la dependencia casi absoluta al principio; luego cambia poco a poco y de forma ordenada, para convertirse en dependencia relativa y orientarse hacia la independencia. Esta no llega a ser absoluta, y el individuo, en la práctica, nunca es independiente del medio, si bien existen formas gracias a las cuales, en su madurez, puede sentirse libre e independiente, tanto como haga falta para la felicidad y para el sentimiento de posesión de una identidad personal.”

Con lo cual cuando hablamos de ir hacia la autonomía, siempre es con otros, junto a otros. Tanto el sujeto como el ambiente en el que se desarrolla son interdependientes.

Muchas veces se asocia el término autonomía con autoaprendizaje y es completamente erróneo. O se piensa (esto lo he escuchado en varias entrevistas con familias) que como “ahora que comenzó la secundaria, no me necesita”. Necesitan de la mirada y la presencia del adulto.  

Dice Winnicott que la inmadurez es un elemento primordial de la salud en la adolescencia. “No hay más que una cura para ella, y es el paso del tiempo, y la maduración que este puede traer. Es un proceso que no puede ser acelerado ni retardado, aunque sí interferido y destruido, y también debilitado.() La inmadurez contiene los rasgos más estimulantes de pensamiento creador, sentimientos nuevos y frescos, ideas para una nueva vida. La sociedad necesita ser sacudida por las aspiraciones de quienes no son responsables. Si los adultos abdican, el adolescente se convierte en un adulto en forma prematura, y por un proceso falso.”

Ahora bien, por un lado este autor nos habla de la inmadurez y cuando nos referimos al pasaje hacia la autonomía nos encontramos con el concepto de la responsabilidad. Aquí es donde nuestra función como adultos es vital (y cada uno en su rol). En un proceso de construcción progresivo de la autonomía, hay todo un aprendizaje a ser responsables. Esto implica tener mayor seguridad de sí mismo, fuerza de voluntad y sentimiento de tranquilidad, aspectos claves para un desarrollo integral (García Andreu)

El concepto de libertad se asocia con la responsabilidad y la autonomía, ya que se es libre cuando cada uno toma sus propias decisiones y acciones de manera consciente, teniendo en cuenta y asumiendo las consecuencias que cada decisión acarrea. Aquí interviene otro elemento: los procesos de maduración.

Winnicott afirma que para que los procesos madurativos puedan desarrollarse, se necesita de un ambiente (familiar, social, escolar) facilitador, es decir, saludable. Cuando la salud emocional está en riesgo, más difícil será lograr ciertos grados de madurez necesaria para socializar y enfrentar los desafíos cotidianos de la pubertad y adolescencia. Incluso un individuo sano puede tropezar con una tensión social que exceda lo que él soporta, antes de su ampliación personal de las bases de la tolerancia.”

Sabemos que en todo proceso de aprendizaje hay avances y retrocesos.

Ir hacia la autonomía requiere de varios factores que están íntimamente ligados, y el equilibrio (o la falta del equilibrio) entre los mismos facilitarán u obstacularizarán dicho proceso:

-La diferenciación (salir al mundo familiar, identificarse con pares)

-Responsabilidad (toma de decisiones ante desafíos)

-Valores (desarrollo de valores propios, más allá de los de la familia)

-Integración social (a mayor grado de autonomía, mayor integración social)

Para transitar este camino es necesaria una red de apoyo conformada por las familias, pares y docentes.

Afirma García Andreu en su tesis, que “es entonces cuando surge un nuevo modo de ejercer la autonomía, en el período de transición a la adultez. Para esto, el adolescente necesita una separación equilibrada de sus padres o tutores, que le permita mantener los vínculos pero adquiriendo una autonomía positiva que debe consistir en la conciencia de ser, pensar, querer y actuar desde uno mismo.”

Decíamos que el desarrollo de las y los adolescentes, está atravesado por el entorno en el que habita (familias, pares, escuela). Esto implica que las experiencias vividas en esta etapa, repercuten en la configuración de la autonomía y en los procesos de maduración. Irán ensayando, probando distintas modalidades hasta encontrar sus propios estilos que influirán en sus relaciones vinculares y en la toma de decisiones. “Ser maduro es haber adquirido una nueva manera de amar al otro y de amarse a sí mismo. (Nasio)

Dentro del terreno de la Escuela, podemos pensar algunos ejes que contribuyen en la construcción de la autonomía.

La toma de conciencia por parte de cada estudiante de los recursos y estrategias de aprendizaje con que cuentan. Para que esto sea posible, tienen que encontrar sus propios estilos de aprender (y esto podrá variar en cada materia). Acompañarlos en este tránsito con preguntas que abran. (¿Cuánto he aprendido de lo que he estudiado? ¿Me sirvieron las formas o estrategias que he utilizado para aprender? ¿Cómo seguir aprendiendo? ¿Qué necesito cambiar?)

Presentarles desafíos donde puedan ser capaces de enfrentarse a situaciones nuevas o desconocidas utilizando otras capacidades y formas de resolver esas dificultades.

Pensar el error como parte del aprendizaje. No tener temor a equivocarse. Y pensar en tal caso la equivocación como una oportunidad para que aparezca algo diferente.

Cada estudiante es un individuo único y la misma materia la podrá comprender, aprender y aprehender de diversas maneras. Desde ya que esto genera un desafío desde la función de Educador, pues conlleva pensar de manera pluridimensional el aula (física y/o virtual). No existe un único camino para llegar a un aprendizaje eficaz.

Los estilos educativos demasiados rígidos o muy permisivos, donde se deja hacer sin acompañamiento, la ausencia de límites que contengan, la falta de un encuadre claro, cuando se desdibujan los roles y funciones; son algunos de los factores que obstaculizan el desarrollo de la autonomía.

Por otro lado, por parte de los adultos, trabajar nuestra capacidad de escucha, de contención, la revisión de prejuicios, la distancia óptima, la estructura de demora; son actitudes y aptitudes psicológicas que habilitan nuevas formas de vincularnos con los adolescentes, invitándolos a pensarse y construir colectivamente, nuevas maneras de habitar las aulas.

En tiempos de pandemia, de aislamientos y distanciamientos, tenemos que necesariamente reinventar nuevas formas de generar encuentros genuinos, donde los otros tengan un lugar dentro nuestro. A esto llamamos la capacidad de albergar, de estar disponibles, al decir de Hernán Kesselman, estar disposibles, (síntesis de disposición, de posibilidad diferente, de estar en acto), posibles de estar disponibles para que dentro de un marco referencial, el aprendizaje tenga lugar.

Para concluir, elegí dos fragmentos -de dos autores- que me resultan en lo personal, imprescindibles. Son esas frases que debiéramos traer a la memoria, cuando nos encontramos frente a un adolescente.

“Todo ser viviente debe morir un poco todos los días. Es decir, debe mutar, padecer la pequeña muerte celular que renueva y da vida. Nosotros, los adultos, perdemos cada día un poco de nosotros mismos, de manera incesante e inadvertida. Cuánto más terrible ha de ser este fenómeno en el adolescente, en quien todo tiene que cambiar a la vez, violentamente: el cuerpo debe desmembrarse, la infancia irse, y la cabeza, mareada, debe reconquistar penosamente su poder sobre el cuerpo”. (Nasio)

“Resulta estimulante que la adolescencia se haga oír y se haya vuelto activa. Hacen falta adultos si se quiere que los adolescentes tengan vida y vivacidad. Los esfuerzos adolescentes deben ser encarados por un acto de confrontación. La confrontación se refiere a una contención que no posea características de represalia, de venganza, pero que tenga su propia fuerza. (….) Que los jóvenes modifiquen la sociedad y enseñen a los adultos a ver el mundo en forma renovada, pero donde existe el desafío de un joven en crecimiento, que haya un adulto para encararlo. Y no es obligatorio que ello resulte agradable.” (Winnicott)

(*)Ethel Hayes es Psicóloga Social, Psicodramatista, Facilitadora en Aprendizaje Experiencial y actualmente es Tutora en el nivel medio de la Escuela del Sol. Desde hace 20 años vive en San Martín de los Andes.

Referencias Bibliográficas

ABERASTURY A, KNOBEL M., La Adolescencia Normal. Ed. Paidós

ERIKSON, E., Infancia y Sociedad. Ed. Paidós.

GARCÍA ANDREU, M. A., Factores que determinan la autonomía social en los adolescentes en una entidad de abrigo y protección. http://recursosbiblio.url.edu.gt/

KESSELMAN, H., Paisajes. http://www.hernankesselman.com.ar/paisajes

NASIO, J.D., ¿Cómo actuar con un adolescente difícil? Consejos para padres y profesionales. Buenos Aires, Ed. Paidós, 2011.

RODULFO, M. y RODULFO, R., Clínica psicoanalítica. En Niños y Adolescentes. Buenos Aires. Ed. Lugar Editorial, 1986.

WINNICOT, D. W., Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Estudios para una teoría del desarrollo emocional. Buenos Aires, Ed. Paidós, 2002.

1 Comment on Adolescencias y autonomía, un camino a transitar. Por Ethel Hayes

  1. Beatriz E. Alvarez // 16 de agosto de 2020 en 15:07 // Responder

    Excelente análisis de esta complicada etapa de la vida. Gracias por esta valiosa orientación.

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