Crítica de «La Odisea de los Giles»: 2001, una odisea diferente

Distintas personas del pueblo de Alsina, ajenas a lo que se les acerca, deciden dirigir sus ahorros a la creación de una cooperativa. Pero poco sabía Fermín Perlassi (Ricardo Darín) que al dirigir toda la plata ahorrada al banco, sería testigo de una de las mayores estafas que sufrió el país, dejándolos a todos en ruinas y con un latente deseo de venganza…

La película trata de manera indiscriminada con la empatía y la memoria colectiva. Ya sea restregándonos chistes que una persona que no pertenezca al país no entendería, o haciéndonos sentir a través del montaje y la actuación de Darín la angustia y desesperación que tantas otras personas han sentido.

He ahí la cuestión y la dualidad por la que pasa esta película cuando a la sala entran personas que no vivieron el 2001, ya sea por edad u origen. En ello ocurre que uno puede sentirse excluido en más de una ocasión. Pero, al fin y al cabo, la construcción de empatía funciona perfectamente. Ya que uno no tarda en sentir odio ante los banqueros (presentados como villanos en esta película) y desear que obtengan lo suyo.

Como película la he disfrutado profundamente, y como chiste privado aún más. Si bien yo no entro en la categoría de gente que vivió “El Corralito” a través del conocimiento general he sido capaz de captar varios chistes y de sentir esa empatía general.

Sin embargo, lo que termino de convencerme a la hora de recomendar esta película no fue mi reacción sino, la del resto del público. Hasta ahora, al finalizar una película, dentro de la sala, la gente, por muy emocionada y satisfecha que estuviera no aplaudía la obra ni mostraba el menor interés en hacerlo. Sin embargo, no solo aplaudieron al final, sino que también en reiteradas ocasiones durante la película. Cosa que muestra con qué facilidad esta película nos hace sentirnos identificados.