Laboratorio 3-360: una puesta audaz, creativa y de extrema sinceridad

Durante los dos primeros lunes de diciembre, el Teatro San José se llenó de humo, luces, voces y cuerpos que encarnan historias desde el realismo visceral de sus experiencias personales. RSM asistió a la última función para contar, desde la propia percepción, todo lo que se vivió puertas adentro.

Eran ya las 21:30 y en la puerta del teatro se podía ver un reducido grupo de gente que, acatando el protocolo sanitario, esperaba el permiso de ingreso. Alcohol en gel, barbijos y la indicación de entrar y pararse dentro de un gran rectángulo azul, ubicado en el centro del salón, formaron parte de la previa, llena de emoción y suspenso. Hasta no estar adentro, no se sabía lo que iba a ocurrir.

“Bueno, si están todos listos ya podemos ingresar”, dice Stefanía Mateu, una de las talleristas que, junto a Romina Farías, dieron origen a esta muestra teatral. El espacio está a oscuras y una masa de humo recibe a los espectadores que buscan en el suelo el lugar donde ubicarse. Enseguida los golpea un destello de luces verdes, lasers, que apuntan a una esquina del escenario y dibujan formas mientras una voz en off recita frases con peso y masa propia. Una narración que no tiene origen único, sino que nace a partir del trabajo de búsqueda, acople y armado de muchas voces, una idea emocionante que surgió de la curiosidad de la escenógrafa Nair Creide, quien también estuvo a cargo de modificar toda la puesta de luces del teatro, adaptándola a este proyecto tan particular.

De nuevo a oscuras y un personaje épico surge de la profundidad del escenario, muestra destreza, seguridad y un manejo corporal que por momentos inquieta en su rol de soldado medieval. Baja del escenario, sus ojos en blanco, se detiene un momento para observar a los presentes y después les pasa por al lado. Todos, instintivamente, reaccionan a un sentimiento, entre amenaza e intriga. Segundos después una luz alumbra la escalera en la parte posterior, a sus espaldas, y un niño baja rodando, jugando con un autito, hiperactivo y totalmente espabilado. Cuenta las horas de vigilia, que son muchas y tediosas. 

Los roles se van sucediendo en diferentes lugares del espacio, aprovechando cada recoveco de la antigua estructura, para que los actores puedan aparecer, sorprender y conmover sin juntarse en un único punto, lo que demuestra que hacer arte en pandemia, respetando los protocolos sanitarios, es una cuestión de creatividad. 

La locura enajenada del encierro y el home office; una canción de 1992; una sátira en clave feminista; una chica elastica que recita frases, desde la comisidad de la ironía, que va sacando de entre sus ropas y su pelo; una mujer que confiesa una adicción y el gran final: un experimento científico que libera a todos los cuerpos al unísono para que se apoderen por completo del espacio y brillen en un acto hilarante de realismo mágico.

Son cinco los actores que, con gran versatilidad, se transforman en miles de humanos anónimos, dolientes, cómicos, vibrantes y viscerales. Son cinco, pero son todos. La gente creativa es más feliz y quienes tienen el privilegio de disfrutarlo se llevan consigo un pedacito de cielo. 

Ficha técnica:

  • Dirección: Romina Farías y Stefania Mateu
  • Asistencia de dirección y puesta en escena: Nair Creide
  • Producción: equipo Teatro San José
  • Actores: Diego Nieva, Clari Parada, Melani Bazan, Arnold Eierman y Kari Farías.

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