Crónicas Bomberiles: Capítulo 3 “De perros y gatos”
Para Julio “Julito” Roa
Rescatábamos gatos en todos lados y con todos los recursos posibles. Una vez no hubo que bajarlo desde lo alto, sino desarmar el ropero de una habitación. Hemos usado latas de atún, chorros de agua, imitamos maullidos. Una tarde en el centro, después de dos horas de trabajo, le entregamos el gato a una señora que suponíamos que era la dueña y nos lo devolvió diciendo que no le pertenecía, que nos había llamado porque llevaba dos noches arriba del árbol y no la dejaba dormir.

Ese mediodía el gato estaba en lo más alto de la araucaria que está en la esquina de Villegas y Sarmiento. En la dotación estaba Julito Roa. Menudo, fibroso, una voluntad de acero y un sentido del humor a punto de ser puesto a prueba. Julio, otros bomberos como él y las compañeras mujeres del servicio bomberil rompen el paradigma del bombero grueso y forzudo. Hay lugares y situaciones que requieren cuerpos más livianos, más estrechos. Los gruesos nos podemos quedar atascados y usamos el aire del tubo más rápido. Y las mujeres además tienen una aproximación distinta en algunas situaciones que requieren empatía de madre, de hija, de hermana. Benditas sean nuestras mujeres bomberas.
Le pido a Julio que suba a la escalera, hasta donde pudimos emplazarla, y continúe hasta el gatito. Julio lo alcanza y comienza la lucha. Los gatos invariablemente se ponen muy nerviosos en estos momentos. Julio se desabotona el traje, lo calza del cogote y se lo mete en la pechera, cierra los botones y empieza a bajar arañado en el pecho por el gato y en la cara por la araucaria.
Cuando termina de bajar, dolorido, se abre el traje y lo apoya en la vereda. En ese momento llega Claudio Ricci, papá de Tomás Ricci, otro bombero inolvidable. Claudio vive sobre Sarmiento, vio la autobomba y se arrimó a ver qué pasaba.
El tema es que vino con Alberto, el perro de la familia. El gato vio a Alberto, se electrizó y en un suspiro ya estaba de nuevo en la punta de la araucaria.
Allá fue Julio de nuevo.
Subió a las puteadas pero muerto de risa. Bien a lo Roa.
Por Ing. Martín Comesaña
Las Crónicas Bomberiles son un homenaje a cada mujer y a cada hombre del voluntariado bomberil argentino.
Son historias reales vividas durante mi paso por el cuartel de bomberos de San Martín de los Andes. Algunas son tristes, otras son tensas, las menos son alegres. Un poco como el servicio bomberil.
Por razones obvias, en algunos relatos, evito dar precisiones de lugares y fechas. Que el dolor sirva para la historia y no al revés.
Quiero agradecer a mis camaradas por permitirme nombrarlos. Son la cara visible de un universo silencioso y aguerrido que está dispuesto a dejarlo todo para dar una mano al que lo necesita.
Por último, quiero agradecer a Realidad Sanmartinense por sumarse a este homenaje.
Ing. Martín Comesaña
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