Un tramo necesario de Jorge Villalba
Por Ana María de Mena (*)
En mayo, en nuestro país, se celebra el Día del Actor y de la Actriz. Vale la pena asomarse a algunos aspectos poco conocidos, no abordados, de la vida de una figura significativa en San Martín de los Andes, como fue Jorge Ramón Villalba.
Este intérprete, que cautivó con su charla, su carisma y su mirada clara a hombres y mujeres que lo trataron, había nacido en 1927. Por cuestiones que ¿quién sabe? creció en un orfanato del barrio de Barracas, de donde le quedaron amigos y enseñanzas para siempre.

Siendo joven, junto a otros muchachos, colaboró en la organización de los Juegos Panamericanos, desarrollados en Buenos Aires en 1951, los primeros con amplia participación femenina en los que Argentina superó a los países participantes en la obtención de medallas. Mediante la Fundación Eva Perón, que aportó a esas justas deportivas continentales, viajó varias veces entre Buenos Aires y Córdoba y solía recordarlo agradecido.
Inició su carrera actoral en el teatro independiente y compartió escenarios con destacados intérpretes de la época, como Milagros de la Vega, Nora Cullen, Francisco Petrone, Orestes Caviglia, Miguel Bebán, entre otros y actuó en películas que son hitos del cine argentino, como “Detrás de un largo muro”, “El secuestrador”, “Un guapo del 900”, la versión dirigida por Torre Nilsson, y “Martín Fierro”, del mismo director.

En 1970, llegó a Neuquén para protagonizar, con Olga Zubarry e Iván Grondona, la película “Mi hijo Ceferino Namuncurá”, filmada en los departamentos Huilliches y Lácar, basada en textos de Ulyses Petit de Murat.
Un año después, conoció en un bar histórico donde se reunían artistas, a Ana Maia Fularska, joven de San Martín de los Andes que había ido a estudiar teatro a Buenos Aires. Al poco tiempo, empezaron a compartir la vida en el barrio de La Boca y luego en Catalinas Sur. Fueron años de esfuerzos y mucha actividad, donde compartió amistad con Benito Quinquela Martín, a quien lo aproximaba el pasado común en orfanatos y la sensibilidad artística de los dos.

Mientras continuaba la carrera actoral participando en las películas “Un guapo del 900”, versión dirigida por Lautaro Murúa; “Juan Moreira”, “La vuelta de Martín Fierro”, “La Patagonia rebelde” y “Los orilleros”, también mojones del cine nacional, nacían Faustina y Ramón, los hijos de la pareja.
El tiempo los llevó a vivir en un departamento que fue propio por esfuerzos y malabares, en la localidad de Berazategui, donde compartieron amistad con el actor Gianni Lunadei y su esposa, con quienes fueron vecinos durante tres años. En diciembre de 1981, la familia se trasladó a San Martín de los Andes, un cambio rotundo.

A poco de llegar, Villalba advirtió la apetencia de los grupos de arte dramático, que soñaban con tener un espacio donde representar las obras, porque acá no había salas ni escenarios. Como desde hacía tres años, la que había sido capilla San José estaba cerrada, él gestó la idea de convertirla en teatro. Encontró la férrea oposición del P. Ciro Brugna, párroco que temía espectáculos revisteriles con actrices con poca ropa donde había funcionado el templo, pero el actor lo tranquilizó.
Viajó con Ana Maia a Bahía Blanca, sede central de la congregación de Don Bosco, bajo cuya jurisdicción estaba la iglesia en la zona, y permaneció allí una semana. Mantuvo reuniones en las que su pasado de orfelinato próximo a los salesianos facilitó la forma de encarar las conversaciones y logró convencer a las autoridades del Obispado para que cedieran esa propiedad al Municipio.

Regresaron y la Intendente Josefa Ragusi de Orazi, “Pepita” Ragusi, acordó con el sacerdote retribuir con 1.000 metros cuadrados de madera de lenga aserrada la cesión del predio y la construcción, que había sido capilla, cuando la nueva parroquia ya había abierto sus puertas. También aceptó el pedido del sacerdote para que el teatro conservara el nombre de San José, patrono del pueblo, como finalmente fue.
Poco después, el 4 de febrero de 1982 se inauguró la sala con la presencia del director de Cultura de la Provincia del Neuquén, dr. Miguel Ángel Barcos, durante un recital dedicado a la memoria de doña Bertha Koessler Ilg. Fue con lectura de poemas de autores neuquinos, como Miguel Andrés Camino, Irma Cuña, Horacio Fernández Bestchtedt y Milton Aguilar, interpretados por Carlos Buganem, Ana Fularska, Elio Soria, Israel Prieto, Rafael Demateo, Brunilda Rebolledo, Ricardo Musso, Estela Cinquini, Hugo Grillo, Hugo Villagra y Jorge Villalba.

Participó el grupo de danzas Albricias, dirigido por Rubén Cabrera, integrado por Susana Prieto, Irene Keheler, Amelia Ortega, Ana M. Keheler, María Ortega, Mónica Salazar, Juan Cerantes, Kelo Muñoz y Oscar Rosas. La escenografía fue de Ricardo Caruana; el sonido de Sergio Arslanián e iluminación de Héctor Doblansky, con el apoyo para la instalación de un señor de apellido Fleitas. La idea y dirección fueron de Jorge Villalba, con la asistencia de Fernando Blumenkranck. Así lo detalla el programa impreso en mimeógrafo. La sala desbordó y abrieron las ventanas para que el público que no había podido entrar pudiera oír lo que ocurría.
Villalba impulsó, además, la puesta en marcha de la Fundación Amigos de la Cultura (FACSMA), que encontró adherentes ávidos de las novedades que trajeron su experiencia y su profesionalidad. Además, impulsó la Fiesta del Color y la Semana del Cine Argentino, que trajeron gratuitamente a San Martín de los Andes figuras artísticas reconocidas, que vinieron gracias a su amistad con él.

Él aprovechaba los viajes ocasionales a Neuquén para compartir charlas con el secretario de monseñor Jaime de Nevares, a quien había conocido en el internado donde creció, y muchas veces participó Don Jaime de las conversaciones.
El actor, que intervino en conocidas telenovelas por canales de aire, también participó en “Caleuche, la nave de los locos”, película filmada en San Martín de los Andes, dirigida por Ricardo Wullicher, con China Zorrilla, Miguel Ángel Solá, y la participación extra de muchos vecinos.
Jorge también organizó varias ediciones de la Navidad Cordillerana: en la plaza San Martín la primera; en la Cuesta de Los Andes, la segunda; y en lo que hoy es el barrio El Arenal, la tercera. Las dos últimas contaron con recursos escenográficos, iluminación y maquillaje que resultaron muy atractivos, aportados por la familia Trentuno, reconocida iniciadora en nuestro país de los efectos especiales para espectáculos. Pastores, ovejitas, bueyes bajaron de los cerros y la Estrella de Belén descendió luminosa sobre pesebres vivientes, con el fondo musical de la Misa Criolla en la versión original de Ariel Ramírez. Esas mega puestas en escena son recordadas por quienes participaron como protagonistas y como espectadores.

Aquí dirigió varias obras de teatro, dio clases de arte dramático en Junín de los Andes y se convirtió en un referente que contribuyó a abrir muchas instancias en el quehacer cultural.
Hasta acá, la reseña breve de un capítulo escasamente conocido de la vida del actor, que el Instituto Nacional del Teatro galardonó por su sobresaliente trayectoria, y que marcó un jalón en la cultura lugareña, por lo que la sala del teatro San José lleva su nombre y se lo evoca con mucho cariño.
(*) anamariademena@gmail.com
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