Historias de comedor 1: Doris Pafian y el arte de conocer cada boca que alimenta

Hay una responsabilidad muy grande y una emoción fuerte detrás de cumplir con la tarea de cocinar para cientos de vecinos que, de otra forma, no tendrían un plato caliente de comida en su día. En esta nueva serie de notas, RSM conversa con las cocineras a cargo de los comedores comunitarios de nuestra ciudad, para conocer cómo trabajan, cómo es el día a día en esta tarea de alimentar y qué es lo que más les gusta de su trabajo. Hoy: Doris Pafian, la encargada de cocina del comedor Rodhe.

De izquierda a derecha Marta Colipan, Doris Pafian, Yudith López y Mariela Medina

Doris tiene 57 años y hace 25 que trabaja como cocinera en diferentes instituciones municipales. Su voz es alegre y vivaz, entusiasmada por contar anécdotas de un trabajo que, por sobre todas las cosas, disfruta. En el comedor de Rodhe y Fosbery está hace 8 años y desempeña sus tareas junto a un equipo de cuatro mujeres, Marta Colipan, Yudith López, Mariela Medina y Andrea Andrade, con las que dice llevarse muy bien y pasar un buen rato. Juntas, de lunes a viernes, cocinan para alimentar a 160 familias, con viandas que contemplan almuerzo y cena, y dejan porciones preparadas para que puedan ser retiradas los feriados y fines de semana.

«Yo entré como cocinera a trabajar en 1999. Ahora, el 1° de mayo, se cumplen 25 años. Primero, empecé en la UAF (Unidad de acción familiar) Pichi Rayen, cocinando la papilla de los bebés y la comida para niños de 4 y 5 años. Ahora creo que se llama distinto el lugar, pero en ese momento se lo conocía así, como UAF. Después pasé a trabajar en el comedor de la secundaria n°188, primero sirviendo el almuerzo y luego en la cocina. De ahí pasé al Semillitas, donde estuve 3 años más. Ahora, hace 8 años que estoy en el comedor de Rodhe, pero cuando se necesita cocinera en otro lado vamos cubriendo, donde haga falta», empieza a contar Doris, haciendo memoria entre tantos recuerdos que seguramente luchan por aparecer primero.

«Trabajar de cocinera, para mí, es una experiencia muy linda. Imaginate que yo empecé a trabajar con 40 años. Todo lo anterior es muy largo e implica contar demasiadas cosas», dice, dando a entender una historia personal compleja, que disimula con un suspiro y sigue: «pero pude empezar a hacerme camino y en estos años traté con muchos tipos de personas. Todos vienen con sus situaciones y con muchas ganas de hablar, de que los escuchemos, charlar con nosotras y que los contengamos. Al comedor vienen muchos niños solos o con sus hermanitos, abuelos que buscan comida para ellos y sus nietos, mamás. Charlamos mucho con todos y nos cuentan tantas cosas…», dice, y se pierde en ese recuerdo.

El comedor de Rodhe funciona de lunes a viernes de 7 a 14hs. Preparan las viandas de almuerzo y cena para 160 familias, además de porciones para cubrir feriados, fines de semana, y la comida que también preparan para ayudar al comedor de Los Amigos, que funciona al lado. Las ollas son inmensas, como las ganas de estar presentes cada día y brindar comida rica a las familias.

«Mi día empieza a las 5:15hs, que me levanto. Me tomo el primer colectivo, que pasa a las 6:20hs y a las 7hs estoy en el comedor. Hay que ir siempre con todas las ganas para que la comida salga rica y guste. El grupo de trabajo es muy bueno, somos muy de trabajar todas a la par y hacer un poquito de todo, juntas. Además de elaborar la comida del día, planeamos lo que vamos a preparar al día siguiente, para dejar algunas cosas listas y organizado. Planeamos las comidas de la semana para que un día haya algo con carne, otro día verduras, otro día pastas, y así. Hacemos los pedidos de stock de alimentos semanalmente, para poder administrarlo y pensar las comidas», explica Doris, cambiando el tono de voz, ahora más enérgico y atento a dar información.

Las personas que llegan al comedor, lo hacen entre las 11:30 y las 12:30, con sus tuppers listos para llevarse la vianda. Hay un espacio interior donde muchas veces se quedan conversando, y otras lo hacen afuera, en la vereda, como dan ganas cuando sale el sol. «Nos conocemos todos y nosotras sabemos bien quienes son las familias que vienen a comer. A veces, si se demoran por cualquier motivo, nos avisan o nos mandan a decir, y les guardamos la porción. Ya sabemos la cantidad de comida que hay que hacer para que alcance para todos y por eso empezamos bien temprano», expresa Doris, que ya tiene, como quien dice, cancha en estos temas.

«Es una responsabilidad muy grande este trabajo. Si nosotras no estamos, la gente no tiene el plato de comida. Por eso yo salgo pase lo que pase, con lluvia o nieve. Me gusta mucho mi trabajo y mucha gente nos felicita, por venir siempre y por la comida. Los chicos a veces vienen mojados o embarrados, porque estuvieron jugando por ahí y llegan con las zapatillas que tienen rotas, todas empapadas en invierno. Nosotras juntamos entre todas algo de ropa para ayudarlos. También hacemos eso. Ellos vienen solitos, entre horario de colegio, porque los papás trabajan, y entonces ellos vienen con los hermanitos, y nos cuentan de la escuela, de sus clases y juegos. También hay personas que preguntan por nosotras y se preocupan si no estamos. Quieren saber cuándo volvemos. Se encariñan mucho y nosotras también con ellos. Más allá de la planilla de control mensual que tenemos que llevar, nos preocupamos cuando alguien no viene y tratamos de saber qué les pasa o qué necesitan», cuenta Doris, cocinera del comedor de Rodhe y Fosbery, encargada, junto a otras cuatro mujeres, de alimentar a 160 personas.

Hay un dicho que dice «cada persona es un mundo». El mundo de Doris, Marta, Mariela, Yudith y Andrea está lleno de vecinos y vecinas que cuentan con ellas para llevar un plato de comida calentita a sus casas. Pero hay mucho más que comida en su trabajo. Hay historias, sonrisas cálidas, una mano que toma a otra y una oreja que se presta a quien necesite. Ellas no son las únicas. Hay muchos comedores funcionando en la ciudad que hacen su aporte para que la vida de otros sea un poquito más linda. Seguiremos hablando con cada uno de ellos para conocer y compartir estas historias, que tan importante es descubrir y valorar.

Fotos: cortesía.

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