Historias de comedor 2: Margarita Marinao y la importancia de estar siempre presente

Se acerca el invierno y las condiciones climáticas complejas hacen que la vida de muchos vecinos y vecinas en situación de vulnerabilidad se complique aún más. La necesidad de contar con un plato de comida caliente es mayor y la mano que lo brinda, imprescindible. En esta serie de notas, RSM conversa con las cocineras a cargo de los comedores comunitarios de nuestra ciudad, para conocer cómo trabajan, cómo es el día a día en esta tarea de alimentar y qué es lo que más les gusta de su trabajo. Hoy, la historia queda a cargo de Margarita Marinao, la encargada de cocina del comedor de Chacra 4.

«Yo soy una agradecida, me dieron trabajo cuando enviudé muy joven, a los 25 años, y me quedé sola con 3 chicos. Trabajar en los comedores, para la comunidad, es algo que agradezco mucho y estoy todos los días ahí, hasta que me muera», dice Margarita, ni bien atiende el teléfono para la entrevista. Hace 34 años que trabaja para la municipalidad, siempre cocinando en los comedores comunitarios. Entró en 1990, y desde entonces, dice con orgullo, no ha faltado un solo día a su trabajo.

«Empecé en este comedor, acá en Chacra 4. En ese momento, todo esto era un descampado. Había un club deportivo que estaba abandonado, quedó la estructura nomás, y la señora Luz (Sapag, en ese momento Secretaria de Gobierno) ya tenía la idea de armar acá un centro comunitario. Ella lo creó y durante mucho tiempo hubo talleres de costura, tejido, apoyo escolar con maestros para los chicos, y un montón de cosas. También en ese entonces, la gente comía acá. El primer mes hubo 80 personas y enseguida se sumaron más. Ahora ya no hay espacio de comedor, sino que todos se llevan las viandas», explica Margarita, con una memoria maravillosa que vuelve, contínuamente, a los tiempos de Luz Sapag.

En el lugar, empezó a funcionar una panadería, con maquinarias nuevas comprada especialmente para equipar el lugar, en el que trabajaban personas en rehabilitación por consumos problemáticos. «Hoy en día, sigue funcionando la panadería solo para preparar el pan para mandar a los comedores, con la misma maquinaria que nunca se renovó», dice Margarita, a quien todos cariñosamente llaman Marga.

En el comedor de Chacra 4, la cocina está en buenas manos, gracias al trabajo incansable de Marga y de Marcela Novoa, su compañera de oficio desde hace 13 años. Cocinan juntas para 120 personas, que llegan a buscar sus viandas no solo desde ese barrio, también del Arenal, Buenos Aires chico y cercanías de Lolog. Empiezan a cocinar a las 7 de la mañana y la entrega se extiende desde las 11.30 hasta las 14 hs. «Cada uno retira su vianda de almuerzo y de cena, pero ninguno lleva para una sola persona, casi todos llevan para 4 o 6», explica.

«Hay que ser maga a veces con la comida, porque todo depende de cómo se organice con los proveedores y lo que vayamos recibiendo en la semana. Los lunes, por ejemplo, comúnmente hacemos pizza, porque la mercadería nos llega ese mismo día, más tarde, y no hacemos a tiempo a cocinar. Después vamos planeando, a veces guisos, sopas, pastel de papa. Ahora estamos teniendo milanesas una vez a la semana, que es un lujo», dice con alegría, «no todos pueden permitirse un plato de milanesas con puré en sus casas».

Nacida y criada en San Martín de los Andes, Margarita pasó, en estos 34 años de trabajo incansable, por muchas dependencias municipales. Estuvo en el CCI, en el comedor de Rodhe, en el Club de día para adultos mayores y nuevamente, en el comedor de Chacra 4, donde se quedó de forma permanente. «Siempre mi trabajo fue y es cocinar, pero hago otras cosas también. Si faltan los auxiliares de limpieza, me ocupo. Antes le cortaba el pelo y las uñas a los chicos. Ahora tenemos el problema de que hace tiempo no funcionan las duchas en el comedor. Durante el gobierno de Fernandez, mandaron a azulejar para arreglar pero se terminaron llevando todos los artefactos y dejaron el trabajo sin terminar. En pandemia no tuvimos agua en los baños, fue un problema. Este edificio es muy viejo y no tiene mantenimiento».

El trabajo diario de Marga y Marcela requiere paciencia y mucha entrega. Lidian con problemas que van desde las entregas de proveedores y la falta de personal de limpieza, hasta las mañas del edificio y el predio en el que se encuentra. «La gente es muy agradecida en general. Hay algunos que protestan cuando hay poca mercadería para cocinar, pero son pocos. Nos pasa mucho que hay gente a la que le servís las porciones de comida y se largan a llorar de alivio. Ahí te das cuenta de lo complicada que estaba. Muchos viven en la calle, cada vez más, y se refugian donde pueden. A veces, si vemos que no vienen a buscar la vianda, y sabemos donde paran, se la acercamos nosotras, para que al menos tengan algo para comer. Somos todos seres humanos, no podemos no hacer nada», explica Marga, sin cambiar su tono de voz firme y entusiasta.

«Me gustaría que la gente sea más responsable con su trabajo, a cada uno lo que le toque, para que todo funcione mejor. Ahora dicen que pronto van a arreglar el cerco, que se cayó hace bastante, y a cortar el pasto. Espero que sí. Nuestros patrones son los ciudadanos y tenemos que trabajar a conciencia por ellos», concluye Margarita Marinao, una cocinera orgullosa de su trabajo y convencida del valor de estar siempre presente para su comunidad.

Fotos: cortesía Municipalidad.

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